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El cierre perimetral de los fines de semana y la limitación de horario complican la subsistencia del comercio local

Imagen de uno de los negocios oriolanos que ha optado por cerrar debido a las actuales restricciones a la movilidad y el horario comercial. /A. O.

La venta diaria se concentra en las mañanas. Las tardes ya son inhábiles, como también los fines de semana, ya que los clientes de pueblos vecinos no pueden acceder para comprar

«Las ventas de la tarde son inexistentes, y las de los fines de semana, también”. Así de taxativo se explica un empresario del pequeño comercio oriolano, un sector acostumbrado a plantar batalla pero que empieza a acusar el cansancio y la fatiga de meses de restricciones y limitaciones que no hacen más que menguar unos ingresos cada vez más mermados y escasos.

Ante este incierto panorama, el último recorte en el horario de apertura del comercio no esencial, que fija el cierre a las 18 horas, y el confinamiento perimetral de la ciudad desde viernes a las 15 horas hasta lunes a las 06:00 h, circunstancia que impide el habitual trasiego de vecinos de poblaciones aledañas que suelen acudir a realizar sus compras de fin de semana en comercios del centro urbano, han venido a complicar, todavía más, la subsistencia del tejido comercial oriolano, el mismo que se compone, en su mayoría, de pequeñas tiendas de origen familiar.

Consultadas por este medio, todas ellas afirman que, de prolongarse en el tiempo estas limitaciones, muchas están abocados al cierre. De hecho, ya son varias las que han optado por echar la persiana, algunas de forma definitiva, otras de modo temporal y unas pocos, por las tardes, dado que la demanda se ha esfumado sin dejar rastro. Y es que la conjunción de cuesta de enero con cierre adelantado, autoconfinamiento por temor al contagio y efectos de una crisis económica y de empleo en ciernes arroja un resultado que estremece.

Y lo peor es que no ven luz al final del túnel. Sin ir más lejos, todos dan por seguro que las actuales restricciones se prolongarán más allá del 15 de febrero, tal y como ya ha dejado entrever el propio presidente de la Generalitat, Ximo Puig, lo que vendrá a terminar de arruinar la ya maltrecha campaña de rebajas.

A corto plazo, queda pensar que en primavera se pueda volver a trabajar con normalidad pero no todos creen que podrán resistir si se mantiene el actual ritmo de ventas.

Así las cosas, la resignación y el enfado cunden. También la desconfianza porque, pese a conocer la convocatoria de ayudas directas por parte del Gobierno valenciano a través de los ayuntamientos, recelan y mucho. De hecho, recuerdan, no sin cierto malestar, que todavía está pendiente el abono de las ayudas que ofertó el Ayuntamiento de Orihuela el pasado 2020 para autónomos, micropymes y pymes afectados por la pandemia.

En cualquier caso, tienen claro que todo este tipo de subvenciones no son más que tiritas que se intentan poner a una sangría incontenible, máxime cuando con muchos menos ingresos tienen que seguir haciendo frente a casi los mismos gastos e idénticos impuestos.

Por desgracia, el comercio en Orihuela, al igual que en el resto del país, se aleja cada día más de la recuperación. Sólo aquellos que han sabido, o podido, tirar de nuevas tecnologías y redes sociales para compensar la escasez de ventas y de afluencia presencial a las tiendas, aseguran que podrán aguantar. Pese a todo, entienden que, si los cierres se desencadenan, la mayoría acabará ‘tocado’ cuando no ‘hundido’.

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