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Cayetana y la batalla cultural: el nacionalismo

Artículo de opinión de Miguel Ángel Robles Martínez y Marta Robles Gómez

Antonio Escohotado insiste en que aprender nos cambia la visión roma que tenemos de las cosas y ese saber siempre ha de ser histórico. La realidad es mucho más compleja que cualquier ficción, añade. La ignorancia que padecemos y que se refleja en una clase política hecha a base de tuits y eslóganes nos ha llevado a caer en la trampa del nacionalismo y cuantos nos oponemos lo hacemos siempre con introducciones exculpatorias, como avergonzados de pensar a contracorriente. Hoy toda la izquierda asume y apoya el ideario nacionalista en mayor o menor grado y gran parte de la derecha también; incluso aplican sus represivas políticas lingüísticas con la misma ferocidad totalitaria, como es el caso del ínclito Alberto Núñez Feijoo. Pocos se atreven a discrepar abiertamente, porque ser nacionalista es ser, bendito sea Dios, antifranquista. Que esto sea, además de falso, una estupidez no parece incomodar a nadie.

Pero,¿qué significa ser nacionalista? En palabras de Jesús Lainz: una confesión de impotencia individual. Cuando a una persona se le queda grande su propia vida se apunta a un grupo para ser algo y otorga al hecho de haber nacido en un sitio la categoría de virtud, como si fuese un logro suyo. Por eso en el nacionalismo es tan importante la apelación a la vanidad de las masas. Es la renuncia a la evolución personal y el triunfo de la moral de rebaño.

Como nos muestra el autor, el nacionalista utiliza las enseñanzas de Orwell (quien controla el pasado controla el futuro); por eso cambia la historia real por una inventada y convierte la lengua en un factor de enconamiento. Un ejemplo de su continua manipulación de los hechos podría ser la batalla de Velate – 1512- en la que tropas forales guipuzcoanas al servicio de Fernando el Católico echaron a los partidarios de Juan III de Albret. Pidieron al rey que los cañones incautados pasasen a formar parte de la heráldica provincial y así fue durante casi quinientos años… hasta 1979, cuando el PNV lo quitó para tener una historia más cercana a los postulados de Sabino Arana, su gurú fundacional. Las tradiciones solo interesan si ayudan a la causa.

Cuando defendemos una causa debemos saber en qué se fundamenta para intuir a dónde nos lleva. Apostar por el comunismo es cambiar el libre mercado por el economato, la libertad por el gulag o las granjas de reeducación. Ser nacionalista, en última instancia, significa sentirse superior a otros, es apoyar teorías basadas en el odio y el racismo más reaccionario, es creer que las sociedades son inmóviles y que la preservación de unos supuestos ideales de pureza étnica nos hará felices. Los separatismos catalán y vasco, con su sentimiento de agravio respecto de Castilla como epítome de España, han extendido la xenofobia y el insulto de un modo impensable a lo largo de la historia, pero, paradójicamente, han conseguido que interioricemos que los despreciadores, los ofensores, somos los demás.

 Ponemos en boca de algunos popes sus ideas, las que cimientan las aspiraciones -¿democráticas?- de su pensamiento político. Así Prat de la Riba, en 1906, se despachaba en estos términos: “tanto como exageramos la apología de lo nuestro, rebajamos y menospreciamos lo castellano”. Gaziel, periodista, escritor y director de La Vanguardia, respondía en 1927 que es falso que Cataluña haya sido sojuzgada por Castilla, es “la mentira mayor, el más tramposo comodín histórico que conozco entre nosotros”. Sin embargo, Ventura Gassol, consejero de la Generalidad de Cataluña, poeta y escritor miembro de Esquerra Republicana, se relajaba con afirmaciones de este jaez: “nuestro odio contra la vil España es gigantesco, loco, grande y sublime. Odiamos el nombre, el grito y la memoria, sus tradiciones y su sucia historia”. Del simpático Arana son estas científicas verdades: “gran número de los maketos parece testimonio de la teoría de Darwin, pues más que hombres semejan simios”; sobre estos presupuestos asienta el PNV su derecho a decidir. Estaban tan convencidos que redactaron un documento denominado Los deberes fundamentales, para cumplimiento de todo nacionalista. Entre las obligaciones destacaba trabajar diligentemente por mantener la pureza de la raza en la familia y las condiciones físicas óptimas pasaban por reunir los cuatro apellidos de sus abuelos, lo que nos lleva a la película protagonizada por Dani Rovira. Pompeu Gener i Babot, amigacho catalán de los Arana, explicó en sus Herejías y La cuestión catalana (1903) que “los castellanos constituyen una raza inferior por ser semitas, a diferencia de los ARIOS catalanes”. ¡Toma ya! Daniel Cardona, ideólogo del “Estat Catalá” nos informa de que la enemistad con los españoles no es política sino racial, fuera de la voluntad de los hombres. “Un cráneo de Ávila no será jamás como uno de Vic“. Y, por esas mismas fechas, a semejanza de los vascos, propusieron que las mujeres catalanas se impongan como primer deber patriótico el no tener amor por ningún enemigo natural.

Esto puede parecer pasado por reciente que sea, pero no, es una verdadera tradición de la que no se avergüenzan ni les resta votos ni legitimidad. La alcaldesa de Vic se refería al aspecto físico diferenciado de los catalanes. Torra habla de lengua de bestias. Y Pujol, el padre del nacionalismo actual, dejaba perlas como esta: “El andaluz  es un hombre poco hecho, que vive en estado de ignorancia y de miseria cultural”. Cerramos con Nuria Gispert sobre Arrimadas a la que llama inepta e ignorante y le recuerda que nadie le obliga a estar aquí. Con este arsenal Casado ahora y otros antes dicen que no les interesa la batalla cultural, incluso el paladín de la españolidad, Aznar, hablaba catalán en la intimidad con sus amigos de Pucela.

“Libres e iguales” propone Cayetana, ¡qué atrevimiento! Y que se eliminen los Derechos Forales, como defendía Ciudadanos, que aplicados en puridad significan volver al Antiguo Régimen, a la soberanía en manos de un rey por mandato divino, al vasallaje en lugar de la ciudadanía, a los privilegios en vez de los derechos, a la abolición del voto universal, a la inquisición y la esclavitud. ¿A qué edénico pasado reclaman volver? 

 

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